Jeff, era un pájaro en una jaula, al cual le habían removido su siringe. Se le cercenaron sus alas, y aunque la jaula se abriese no podría escaparse, estaba destinado a terminar dentro de esa jaula. Eventualmente se hizo amigo de su compañero de celda, la muerte.
Probablemente no había remedio para él, no valía la pena que fuera salvado, ya no. El daño que recibió fue tan severo que olvido lo que es sentir, no podría querer a nadie ni reír con nadie, y si lo hacía, no era él mismo. Sin embargo Jeff parecía tan feliz por los seres que lo rodeaban, tenía que hacerlo, sabía que no le comprenderían y le harían a un lado, como el bicho raro que era. Nadie estaba listo para entenderlo, era mejor para todos que fingiera ser como todos los demás pájaros.
Un día en un vuelo de masa, los pájaros se dirigían hacía el sur por el cambio de clima. Entre todos sus "amigos" destruyeron su jaula y le dejaron salir, cocieron sus alas y le obsequiaron un siringe que todos hicieron para él, lo querían escuchar cantar y hablar. Cuando tomaron suficiente altura, podía ver todo el mundo repleto de belleza, repentinamente lágrimas brotaron de sus ojos, y empezó a reír, se estaba riendo de verdad, él estaba atónito. Ya no podía evitar ocultar sus dientes, los mostró y todos quedaron pasmados con su cálida y especial sonrisa, repentinamente todo era alegría, el sol se asomaba por el horizonte e iluminó amplias praderas donde podía ver esperanza por primera vez en su vida. Los ríos tan cristalinos y puros, los pescados saludaban, en el mar los delfines les brindaban sonrisas. Eran pájaros eternos, y Jeff, era parte de ellos, podía bailar, gritar, amar, sentir, sus amigos le abrazaban y le daban calor.
"No pasa nada, ya estamos aquí, y nada nos separará".
Le repetían. Siguieron volando hasta que nadie los alcanzó, no había jaula, trampa ni arma que pudiera detenerlos ni separarlos. Las balas de los cazadores quedaban cortas a su andar, no podía compararse con su velocidad. Jeff, a veces recordaba su jaula para ver que tan ciego estaba, que tan débil era, sabía que había cometido un error al estar triste con tan maravilloso mundo pero eso le daba aún más fuerzas para seguir volando, cuando se cansaban los pájaros se ayudaban entre ellos para no caer, para no volver a caer nunca más. El canto de que emanaban juntos brotaba luz para todos aquellos que seguían encerrados en sus jaulas, nadie se quedaba atrás. Cuando todas las aves del mundo, muertas y vivas se unieron al vuelo finalmente desaparecieron en un destello de sol donde jamás fueron vueltos a ver.
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