CAPÍTULO 1: LA INMINENTE INMUNDICIA
En una alcantarilla sórdida y asquerosa de la ciudad se encontraban unos seres vivientes llamados los Cosos. Dormían entre el estiércol y las heces fecales de toda la población de la inmensa urbe, se duchaban en las mañanas en la cascada de orines y secreciones que salían por las imponentes tuberías. Algunas veces se metían a nadar a esa laguna de desechos tóxicos, donde si amarrabas una manzana con una cuerda y la introducías hasta lo más profundo que se pudiera (no se conocía el fondo de esta horrible y desagradable agua), al momento de sacarla solo quedaba el rabillo y el endocarpio, incluía una fragancia vomitiva.
Platana
Florencio, por favor nunca desciendas hasta lo más profundo de esta laguna ¿sí?
Mungo
¿Pero, por qué? Nadie nunca ha visto el fondo, me gustaría ver que hay ahí abajo
Platana
Mungito, tienes que hacerme caso. No desciendas hasta el fondo, nada únicamente en la superficie ¿sí?
Mungo
Sí Mamá, pero... ¿qué es lo que pasa, qué es lo que hay allá abajo?
Platana
Si te lo dijera, te mentiría. Pero tenemos la certeza de que nada bueno encontrarás allá abajo. El señor Vaso desapareció hace 2 días, él fue a buscar su zapato que se le hundió en esta marisma inmunda. Le advirtieron que no fuera, pero él, aferrado a su calzado, se introdujó persiguiendo su preciado objeto hasta que su silueta se perdió en la lóbrega agua.
Mungo consternado no supo que decir y no volvió a mencionar el tema.
Platana
No quería contarte esta historia pero tienes que estar consciente del peligro que existe.
Mungo
Gracias Mamá, perdón.
Platana
No pasa nada, ven aquí y dame un beso y un abrazo.
Mungo cayo en el regazo de su madre, sintiendo que nada podría hacerle daño jamás. Eso era amor verdadero. Eran felices en su humilde casa hecha de bolsas de basura realmente repugnante.
Un día cuando el sol apenas se asomaba por las rendijas del distante cielo hecho de concreto desgastado y lleno de colonias de hongos malignos, Mungo estaba acostado en su cama de piedra, pensando en qué le habría pasado al señor Vaso, temía por su destino, temía que algo malo le haya pasado. Le tenía un cariño inmenso a ese señor por ayudarle en una situación delicada para Mungo, así que se puso triste al saber que probablemente su cádaver estuviera en las mugrientas y nauseabundas profundidades. Sin vacilar, aquél jovencito temerario tomó su mochila y se preparó para descender a lo desconocido para recuperar al señor Vaso. Sabía que podría ser un viaje sin retorno, pero valía la pena por un amigo, se puso de rodillas y se preparó psicológicamente para lo que vendría. La inminente inmundicia.
En todo su ritual de preparación, alguien interrumpió tocando su ventana de mierda. Hasta que se despedazó y se descubrió la persona que estaba del otro lado.
Mungo
¡Macarro, eres tú!
Macarro
Hola Mungo, pasaba a saludar. ¿Estás bien?
Mungo
Sí, tengo que comentarte algo... no se que pienses.
Macarro
Puedes decirme, soy tú amigo. Te amo.
Mungo
Voy a descender a lo más profundo del "lago Bastardo".
Macarro
Suena bien, iré contigo.
Mungo
Genial, sabía que podía contar contigo. ¿Ya estás listo?
Macarro
Desde que nací.
Mungo y Macarro en medio de la noche se introdujeron en el repulsivo pantano hasta que el seguro concreto se distanciaba más y más de ellos, dejando únicamente mar en todo su alrededor. Ellos no sabrían lo que les podría pasar, pero sabían bien lo que les esperaba: LA INMINENTE INMUNDICIA.
Joe el cerdo primera parte.
-R.R.C.