El día de hoy hablaré de un tema que la mayoría de nosotros hemos vivido; dejar ir a alguien. El título de este post puede tener diferentes connotaciones, pero adquiere el mismo significado para todas las situaciones y circunstancias. En primer lugar me gustaría expresar el profundo respeto que tengo para las personas que son creyentes, al tener un gran apoyo en sus vidas toda experiencia termina siendo más fácil de conllevar. Bien, mencionado esto procederé a seguir con mi mensaje de esta entrada.
Tal como todos, yo también he sufrido. Algunos más que otros. Yo siempre he pensado que cada uno vive lo que puede vivir, siento que la carga que tenemos esta hecha específicamente para nosotros, con todas las características y propiedades que conforma nuestra persona.
¿Cómo dejar ir a alguien a quién quiero?
Primero recurriré a compartirles una pequeña reflexión e historia personal.
-Hace un tiempo que perdí a mi buen amigo; leal, fiel, protector, comprensivo, atento y sincero. El compañero que más podría desear. Una enfermedad que consumía su cuerpo irremediablemente terminó por dañar su salud de manera severa, los doctores dijeron que era cuestión de tiempo para que su sistema dejará de funcionar completamente.
Mi amigo me decía que estaba listo para tomar su viaje pero que yo no lo dejaría ir al no aceptar la realidad, lo cuál, dificultaba su partida. Llegamos a discutir y estar en desacuerdo, ahora lo recuerdo, él me enseñó a ser maduro. Con lágrimas y alaridos mezclados le pedía que no se fuera, que no estaba listo para este mundo y no sabría que sería de mi sin él en mi vida. Realmente no podía imaginar los días futuros.
Después de unas semanas de conflicto y negación, llegó la aceptación. Hablamos por teléfono y le dije que lo visitaría para despedirnos como los amigos que somos puesto que llevaba unos 3 días sin visitarlo por un conflicto que tuvimos, pues fueron días en los que estabamos muy en desacuerdo en nuestras formas de ver la vida que en un poco tiempo concluyó en una pelea.
Aquél día no lo olvidaré, era en el mes de mayo cuando me preparé para la reunión final y preparé mi regalo que le tenía preparado. Tomé el bus en dirección al hospital y me senté pensando en como sería toda la experiencia y que no soportaría el momento de la verdad. Pero me decía a mi mismo que estaría bien, que siempre seguiríamos siendo nosotros en aquél amanecer resplandeciente. Y repentinamente sonó mi celular, era una llamada entrante de un compañero de la institución. Contesté la llamada y lo único que escuché fue:
-Aaron falleció esta mañana, lo siento mucho Roberto.
A partir de ese momento, sentí como se me oscurecía la vista y la sangre se me deslizaba por una herida imponente. Como aún estaba desconcertado por tan desubicado y burdo mensaje. Procedí de todas formas a su habitación para ver como estaba el cuerpo sin vida de mi amigo.Tardé un gran período en superar todo esto, no hablé con nadie porque no deseaba hacerlo pero las personas sabían o al menos tenían un indicio de mi sentir. Fui a la velación, al entierro, mi mente no podía digerir lo que estaba pasando. Siempre me sentí culpable en no aprovechar los días que tuve para conversar, por una absurda pelea inmadura de mi parte. Todavía me acuerdo cuando me la pasaba en los lugares a los que ibamos juntos, simplemente para estar ahí en soledad tratando de asimilar que ya no regresaría jamás. Que todo se había acabado para siempre y que no había vuelta atrás, salvo recuerdos los cuales se tornaban insoportablemente dolorosos, no podía evitar llorar y no dejaba que nadie me mirara, por eso recurría a lugares solitarios donde nadie me pudiera encontrar.
Hasta que en una de esas ocasiones cuando mi dolor era ya insoportable, de un respingo salté de mi cama y con alaridos incesantes e incontrolados salí corriendo de mi casa tan lejos como podía. Quería alejarme de toda la horrible realidad y simplemente alejarme hasta que me quedará sin aliento, recorrí gran parte de mi ciudad hasta que deje los edificios atrás y la naturaleza empezaba a dominar todo a su alrededor. Aún era de madrugada cuando iba corriendo ya por los páramos lindantes y me detuve por mi exasperación, observé a mi alrededor y pude notar una linda cabaña en medio de la nada. La casita de madera estaba totalmente cerrada con clavos y obstrucciones inexpugnables, y en ese momento comprendí que esa casa era mi amigo. Evitaba que fuera libre, feliz e inmortal. No podía dejarlo ir, lo mantenía cautivo dentro de mi corazón, hasta que decidido y realizado simplemente lo deje ir. Y de aquella pequeña construcción salió una luz resplandeciente que brilló de la forma más majestuosa y hermosa que quedé maravillado al instante. Esa luz era él, era Aaron y me invitaba a cruzar el río con él para ser libres y felices como siempre lo habíamos sido pero yo aún no podía irme porque no se me permitía, pero en realidad me quería ir. En ese momento una parte de mi se fue con él, ellos cruzaron el río y me vieron por última vez con regocijo, mis ojos lagrimeaban al ver que eran libres. El instante fue una revelación para mi desarrollo personal, siempre les he dejado un espacio conmigo, en mi vida diaria, y aunque se llevó una parte de mi aún conservo la sensación de felicidad. Aprendí a vivir con ello.-
En nuestra vida se nos presentan situaciones tan difíciles que nos quitan los ánimos de seguir con nuestra rutina diaria. Tanto es así que deseamos irnos también con ellos pero lo que me gustaría decirles es que esas personas que tanto queremos al igual que nosotros a ellos, tienen un inmenso cariño hacía nosotros. Son felices al estar con nosotros, vivir al lado nuestro tantas aventuras y recuerdos que jamás olvidaremos. Nunca se irán si nosotros no lo deseamos, les hacemos un lugar en nuestro corazón siempre y podremos recurrir a verlos de nuevo cuando se nos plazca. No se tienen que ir.
Y esta bien, es importante asimilar y desahogar todo nuestro dolor ya sea con alguien o en soledad. Es algo necesario puesto que somos humanos y nos duele, pero usted tendrá que seguir con su vida por todos aquellos que hemos dejado atrás, haciéndole honor a su estancia.
Siga haciendo sus actividades favoritas, sea feliz. Que su recuerdo no sea algo doloroso y difícil de mencionar, eso no querrían ellos. Sino al contrario, algo que denote gusto. Porque ellos fueron, son y serán parte del molde de nuestra persona, lo que nos formó y por lo tanto serán eternos.